El mercado laboral chileno muestra una realidad desigual que preocupa tanto a trabajadores como a empleadores. Según los datos entregados en la Encuesta Suplementaria de Ingresos recién publicada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el ingreso laboral promedio alcanza los $897.019 mensuales, mientras que la mitad de los trabajadores percibe ingresos iguales o menores a $611.162.

Esta diferencia se da ya que un pequeño segmento con salarios altos eleva la media, mientras que la mayoría se enfrenta a ingresos más ajustados, reflejando que la desigualdad no es solo de cifras absolutas, sino también de oportunidades, estabilidad y acceso a empleos de calidad.

Brechas de género en los ingresos laborales

La desigualdad salarial entre hombres y mujeres en Chile persiste como un desafío estructural del mercado laboral. Los hombres perciben un ingreso promedio mensual de $1.001.510, mientras que las mujeres solo $756.715, lo que representa una diferencia cercana al 24 %.

La mediana también evidencia esta disparidad. Los hombres llegan a $698.255 y las mujeres a $555.362, lo que indica que incluso dentro de la mayoría de trabajadores que no se encuentran en el extremo más alto de los salarios, las mujeres enfrentan una brecha significativa.

Una de las causas principales de esta situación es la concentración de mujeres en sectores con menor remuneración, como educación, servicios y comercio, lo que limita su acceso a ingresos elevados. Por otra parte, la menor representación femenina en cargos de liderazgo y alta responsabilidad reduce sus oportunidades de crecimiento dentro de las empresas.

La maternidad y los roles de cuidado también influyen, ya que muchas mujeres enfrentan interrupciones laborales o necesitan optar por empleos con mayor flexibilidad, que suelen estar peor remunerados.

Disparidades regionales: del norte al sur del país

La desigualdad se acentúa cuando se analiza la distribución territorial de los ingresos. Aparte de lo que ocurre en Santiago, las regiones del norte, especialmente Antofagasta, registran los salarios más altos debido a la concentración de actividades mineras y de alta productividad. Por otro lado, Ñuble se posiciona como la región con los ingresos más bajos del país, con un promedio cercano a $650.239.

El contraste entre regiones también impacta en la movilidad laboral. Mientras algunas zonas ofrecen empleos con estabilidad y altos ingresos, otras concentran puestos de baja remuneración y con escasas posibilidades de crecimiento profesional. Esta desigualdad territorial obliga a muchos trabajadores a trasladarse o aceptar condiciones precarias, lo que a largo plazo perpetúa las brechas económicas y sociales en el país.

Diferencias según tipo de ocupación y contrato

Otro motivo que genera que los ingresos varíen significativamente es el tipo de ocupación y la condición contractual. Los empleadores y los trabajadores del sector público suelen percibir los ingresos más elevados, mientras que los trabajadores por cuenta propia se ubican en torno a los $491.175 en promedio. Esta diferencia evidencia cómo la estabilidad laboral y los beneficios asociados a un contrato formal inciden directamente en la capacidad económica de las personas y en su proyección de vida.

La concentración de ingresos también refleja la estructura del mercado. En esta línea, sólo un pequeño porcentaje de trabajadores gana más de $3.000.000, mientras que cerca del 15% de la fuerza laboral, recibe entre $500.000 y $600.000 mensuales, situación que resalta que los ingresos altos están concentrados en una minoría, mientras la mayoría se mueve en cifras limitadas que pueden dificultar el ahorro, la inversión personal y la seguridad financiera.

Tendencias y perspectivas de cambio

A pesar de estas brechas, en el mercado actual de nuestro país existen ciertas señales de mejora. La reciente actualización del sueldo mínimo, que alcanzó los $529.000 en mayo de 2025 y que subirá a $539.000 en enero de 2026, beneficiará principalmente a quienes se encuentran en la base del mercado laboral, especialmente en regiones con ingresos más bajos.

Además, los ingresos promedio muestran un repunte en comparación a mediciones anteriores, lo que indica que sectores estratégicos y empleos bien remunerados continúan creciendo. Sin embargo, para que esta recuperación sea sostenida, es necesario acompañarla con políticas de capacitación, inversión en productividad y acceso a empleo formal de calidad en todas las regiones del país. La combinación de medidas públicas y privadas es clave para cerrar brechas de género, territoriales y por tipo de ocupación.

Impacto social y económico de la desigualdad salarial

Las diferencias en ingresos no solo afectan la economía personal de los trabajadores, sino también el desarrollo social y económico del país. Por ejemplo, los sectores con menores ingresos tienen menos capacidad de consumo, ahorro e inversión, lo que limita la movilidad social y la generación de riqueza local.

Esta desigualdad también tiene un efecto directo en la estabilidad familiar y en la planificación a largo plazo. Aquellos trabajadores con ingresos más bajos enfrentan mayores dificultades para acceder a vivienda, educación y servicios de salud, lo que refuerza ciclos de desigualdad intergeneracional y limita el desarrollo económico inclusivo.

El panorama salarial chileno evidencia grandes diferencias entre quienes lideran económicamente las estadísticas y quienes apenas alcanzan a cubrir sus necesidades básicas. La mitad de los trabajadores percibe ingresos menores o iguales a $611.162, con mujeres, trabajadores autónomos y regiones menos desarrolladas como Ñuble en clara desventaja.

Mejorar esta situación requiere una combinación de políticas públicas que fomenten empleos de calidad, inversión productiva y acceso equitativo a capacitación y desarrollo profesional.

El fortalecimiento del mercado laboral no sólo es un indicador económico, sino una herramienta para mejorar la calidad de vida y la equidad social en el país. La posibilidad de acceder a mejores oportunidades depende de medidas concretas, pero también de la disposición de los trabajadores a buscar opciones que se ajusten a sus necesidades y potencial.

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