¿Qué tan amenazado está el trabajo por la Inteligencia Artificial?
La inteligencia artificial (IA) ha pasado en pocos años de ser una herramienta experimental a convertirse en una tecnología esencial en el mundo laboral. Su expansión ha sido tan rápida que hoy está presente en prácticamente todos los sectores productivos, desde la minería y la agricultura hasta la banca, el comercio y los servicios de salud.
Pero este crecimiento sostenido ha traído consigo una pregunta inevitable, ya que muchos dudan sobre qué tan amenazado está el empleo humano frente a la automatización impulsada por la IA.
Aunque la automatización no es un fenómeno nuevo, el desarrollo de la inteligencia artificial generativa, capaz de escribir, programar, diseñar o analizar grandes volúmenes de datos, ha elevado el nivel de impacto potencial sobre los trabajos.
En el pasado, la tecnología reemplazaba principalmente tareas manuales o rutinarias. En cambio, hoy comienza a sustituir también labores intelectuales y creativas. Por esto, en países como Chile, donde gran parte del empleo formal está concentrado en servicios y administración, el riesgo de sustitución tecnológica ya es una preocupación real.
Los empleos más expuestos a la automatización
No todos los trabajos enfrentan el mismo nivel de amenaza. Los más vulnerables ante el avance de la IA son aquellos que dependen de tareas repetitivas, procesos estandarizados o del manejo de información que puede ser automatizada fácilmente.
Entre este tipo de labores destacan los cargos administrativos, asistentes contables, traductores, agentes de atención al cliente o redactores de contenido básico, casos donde los sistemas de inteligencia artificial pueden ejecutar gran parte del trabajo en menos tiempo y con menor costo.
Por el contrario, las profesiones que requieren juicio humano, creatividad, contacto personal o resolución de problemas complejos, como los médicos, psicólogos, profesores, trabajadores sociales o técnicos especializados, tienden a resistir mejor el avance de la automatización, ya que la interacción humana, la empatía y la capacidad de improvisar ante lo inesperado siguen siendo atributos difíciles de replicar por una máquina.
En Chile, el riesgo se distribuye de forma desigual entre los sectores productivos. La minería y la construcción, aunque incorporan automatización, todavía dependen de una importante fuerza humana para labores de campo y supervisión. En tanto, áreas como el comercio, los servicios financieros y la administración pública ya están viviendo procesos de digitalización que comienzan a redefinir los roles tradicionales.
Tareas automatizadas, no empleos eliminados
Un error común es pensar que la inteligencia artificial eliminará empleos completos, aunque los expertos señalan que lo más probable es que modifiquen las tareas dentro de cada ocupación y no que necesariamente desaparecerá el trabajo, sino la forma de hacerlo.
Este proceso de transformación laboral puede ser positivo si se enfrenta con una estrategia de adaptación. Las personas que logren combinar sus conocimientos con el uso de herramientas de inteligencia artificial tendrán una ventaja competitiva clara.
En el futuro cercano, los trabajadores más exitosos no serán necesariamente los que más sepan de tecnología, sino aquellos que aprendan a usarla para potenciar su productividad y creatividad.
El desafío en este escenario, a nivel nacional, será acompañar este cambio con políticas de reconversión laboral, educación digital y capacitación permanente. La IA puede mejorar la eficiencia, pero también puede profundizar las brechas si no se ofrecen las herramientas adecuadas para que todos los trabajadores puedan adaptarse.
Brechas digitales y vulnerabilidad
En América Latina, incluido Chile, existe una brecha significativa en el acceso a la tecnología y en la formación digital. Las grandes empresas suelen adoptar herramientas de automatización con rapidez, mientras que las pymes, que concentran la mayor parte del empleo, enfrentan dificultades para invertir en innovación o capacitación. Esto genera un doble riesgo, ya que las compañías pequeñas pueden quedarse atrás en competitividad, y sus trabajadores, en empleabilidad.
A esto se suma un problema estructural. Muchas personas no han tenido la oportunidad de desarrollar habilidades digitales o de actualización profesional. Los trabajadores mayores de 45 años, por ejemplo, son quienes más sufren los efectos de la automatización, ya que provienen de un mercado laboral que no contemplaba la integración tecnológica como una necesidad constante.
Por otra parte, la velocidad con la que la inteligencia artificial se está expandiendo hace que el sistema educativo no logre reaccionar a tiempo. Muchas carreras siguen enseñando modelos laborales tradicionales, mientras las empresas ya buscan perfiles con conocimientos en automatización, análisis de datos, programación o manejo de herramientas digitales. Y este desfase entre oferta y demanda de habilidades puede convertirse en una de las principales causas del desempleo en los próximos años.
¿Qué pueden hacer los trabajadores ante esta situación?
Para contrarrestar este negativo panorama, el aprendizaje continuo se ha vuelto una necesidad más que una opción para los trabajadores. La principal recomendación para quienes temen perder su trabajo por la automatización es anticiparse identificando qué tareas dentro del propio rol pueden ser automatizadas y cuáles requieren juicio humano. Luego, es clave invertir en formación complementaria, desde habilidades digitales básicas hasta cursos especializados en inteligencia artificial, ciberseguridad, análisis de datos o gestión de proyectos.
También es muy importante fortalecer las llamadas habilidades blandas, como el liderazgo, la comunicación efectiva, la resolución de problemas y la capacidad de trabajo en equipo. Estas competencias no son sustituibles por máquinas y se vuelven más valiosas cuando la tecnología asume las labores operativas.
Otro aspecto fundamental es adoptar una mentalidad abierta al cambio. Las carreras profesionales del futuro serán menos lineales, lo que puede generar que las personas deban reinventarse varias veces a lo largo de su vida laboral. Quienes mantengan la curiosidad y la disposición para aprender constantemente podrán adaptarse con mayor facilidad a los nuevos entornos digitales.
¿Cómo pueden actuar las empresas?
Para las empresas, la inteligencia artificial representa tanto una oportunidad como una responsabilidad. La automatización puede aumentar la productividad y reducir costos, pero también puede generar incertidumbre entre los trabajadores y pérdida de conocimiento interno si no se gestiona correctamente. Por eso, el enfoque debe ser estratégico, combinando la tecnología con el talento humano.
Además, las organizaciones deben invertir en la capacitación de su propio personal. Implementar programas de formación interna, fomentar la movilidad laboral y ofrecer herramientas de reconversión puede evitar despidos innecesarios y fortalecer la cultura digital de la empresa.
De esta forma, la IA se transforma en un aliado para la eficiencia y la innovación, y no en un factor de conflicto o exclusión.
La inteligencia artificial está transformando la forma en que trabajamos, pero no necesariamente eliminando el trabajo humano. El verdadero cambio está en cómo se distribuyen las tareas y qué habilidades se vuelven más relevantes. Los empleos que combinan conocimiento técnico con empatía, pensamiento crítico y creatividad seguirán siendo esenciales.
La clave estará en la capacidad de adaptación. La inversión en educación tecnológica, capacitación constante y reconversión profesional permitirá que la fuerza laboral enfrente este nuevo escenario con herramientas adecuadas. La automatización no debe ser vista como una amenaza, sino como una oportunidad de evolución.
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