Proyecciones de inversión para 2026 en Chile: señales mixtas, desafíos pendientes y un posible punto de inflexión
El 2026 comienza a tomar forma en el radar económico chileno y las primeras proyecciones muestran un escenario que combina signos de recuperación moderada con desafíos estructurales que el país arrastra desde hace varios años.
Los gremios productivos, las empresas constructoras y distintas asociaciones empresariales han comenzado a delinear el panorama del próximo año, el cual se perfila como un periodo donde se esperan mejores expectativas, aunque aún lejos de tasas de crecimiento robustas. Y en este escenario, la inversión, uno de los pilares más debilitados en los últimos ciclos, aparece nuevamente como el foco central de análisis.
Si bien la actividad económica de 2024 y 2025 estuvo marcada por un bajo dinamismo, afectada por incertidumbres regulatorias, menor disponibilidad de proyectos nuevos y un clima de inversión condicionado por reformas aún en discusión, los expertos sostienen que las condiciones podrían comenzar a mejorar hacia 2026, apoyadas por reactivación de proyectos postergados, mayor claridad en ciertos marcos normativos y un repunte cíclico que permitiría recuperar parte de la inversión que permaneció estancada.
Un ambiente económico que da señales de estabilización
Durante los últimos meses de este 2025, las empresas han reportado una leve mejora en la confianza para invertir. Si bien esta percepción aún está lejos de los niveles previos a la pandemia, este ambiente representa un cambio relevante considerando el estancamiento del que se venía.
En sectores como la construcción, clave para medir el pulso de la inversión, se observa un avance en permisos, una mayor presentación de iniciativas y señales de mayor actividad privada en proyectos de infraestructura productiva.
En paralelo, la inflación ha mostrado un descenso moderado y el Banco Central ha mantenido una política monetaria orientada a la reactivación gradual. Estos factores contribuyen a generar un ambiente más favorable para la inversión, ya que reducen el costo del financiamiento y entregan mayor previsibilidad a las empresas interesadas en ejecutar nuevos proyectos.
Los sectores que podrían impulsar la inversión en 2026
Para 2026, varios gremios proyectan un escenario más auspicioso. La construcción privada y pública tendría un rol protagónico, impulsada por nuevas obras habitacionales, infraestructura hídrica, mejoras interurbanas, hospitales y proyectos de energías limpias. La necesidad de avanzar en soluciones habitacionales, obras de conectividad y manejo sustentable del agua podría transformar al sector construcción en uno de los motores de la actividad económica durante el próximo año.
La minería también se prepara para un ciclo algo más dinámico, especialmente en proyectos de modernización, continuidad operacional, expansión de faenas y mejoras en sostenibilidad, anticipando una cartera más activa, empujada por la demanda global de minerales como el cobre y el litio.
El sector energético, particularmente el vinculado a energías renovables, también proyecta mayores inversiones. La necesidad de ampliar líneas de transmisión, estabilizar el sistema eléctrico y sumar nuevas capacidades de generación renovable seguirá atrayendo capitales, especialmente si se resuelven cuellos de botella regulatorios que han limitado el desarrollo de algunos proyectos en los últimos años.
Desafíos estructurales que frenarían la inversión
A pesar de las señales más positivas, los gremios coinciden en que Chile aún enfrenta trabas importantes que pueden diluir el impulso esperado. Entre los puntos más destacados se encuentran los retrasos en los permisos sectoriales y ambientales, un sistema administrativo que continúa siendo percibido como lento y burocrático, además de reformas aún pendientes que podrían afectar el ritmo de ejecución de nuevos proyectos.
La falta de certezas regulatorias en temas tributarios, laborales y energéticos continúa siendo mencionada como uno de los principales elementos que inhibe decisiones de inversión de largo plazo. Las empresas requieren mayor claridad normativa y un esfuerzo sostenido por parte del Estado para simplificar trámites, reducir plazos y garantizar marcos estables que permitan proyectar inversiones con horizonte a varios años.
A esto se suma un mercado laboral con señales mixtas. Aunque se espera un repunte de la actividad, la desocupación sigue afectando a sectores específicos, lo que podría influir en la capacidad de recuperación del empleo asociado a nuevas obras y proyectos productivos. Los ajustes estructurales en la economía, sumados a los cambios tecnológicos y la automatización, también generan presiones que las empresas deberán abordar.
Un 2026 que podría marcar un punto de inflexión
Las proyecciones para el próximo año no hablan de un crecimiento explosivo ni de un salto abrupto en la inversión, incluso con el posible cambio en la dirección política que viviría el país en los próximos meses, sino que apuntan a una recuperación paulatina, sostenida por sectores que comienzan a mostrar mayor actividad y por un clima económico que se percibe más estable.
Parte del optimismo está vinculado a la reactivación natural que ocurre después de largos periodos de menor movimiento. Proyectos detenidos o aplazados tienden a volver a la mesa cuando las condiciones mejoran ligeramente, y ese fenómeno comienza a verse en distintos rubros. Lo importante para el país será que esta reactivación no quede atrapada en la burocracia o en la incertidumbre regulatoria que ha frenado decisiones cruciales en los últimos años.
Los gremios también han destacado la importancia de avanzar en acuerdos transversales que permitan viabilizar reformas clave, simplificar trámites, modernizar instituciones y promover la inversión tanto nacional como extranjera. La competitividad del país dependerá en gran medida de la capacidad para resolver estos desafíos y entregar un ambiente propicio para el desarrollo productivo.
¿Un año mejor que 2025? Probablemente sí, pero con moderación
La mayoría de las organizaciones empresariales coinciden en que 2026 será mejor que 2025 en términos de inversión, pero también enfatizan que el ritmo no será acelerado. La economía global sigue enfrentando incertidumbres y los mercados financieros continúan ajustándose luego de años de alta volatilidad. Aun así, Chile podría aprovechar condiciones positivas si recupera la confianza empresarial y si logra destrabar proyectos que hoy están detenidos.
El desafío del próximo año será transformar estas expectativas en resultados concretos. Para que la inversión crezca de manera sostenida será necesario impulsar iniciativas público-privadas que faciliten la ejecución de proyectos, mejorar la coordinación entre instituciones y generar políticas que incentiven la innovación, la productividad y el desarrollo territorial equilibrado.
Lo que está claro es que el país se encuentra en un punto donde la inercia ya no es suficiente. Chile requiere reactivar la inversión para potenciar el crecimiento, generar empleo y sostener su competitividad en un escenario internacional cada vez más exigente. Las primeras proyecciones de 2026 entregan señales de avance y mayor actividad, pero solo se consolidarán si existe un esfuerzo coordinado para enfrentar los desafíos pendientes.