
Chile acelera su inversión en tecnología para enfrentar los desafíos del futuro
En un escenario global marcado por el avance de la inteligencia artificial, la transición hacia economías verdes y la urgencia de enfrentar el cambio climático, la inversión en tecnología se ha vuelto una necesidad estratégica. Por esto, países de todo el mundo están dirigiendo sus esfuerzos hacia la ciencia, la innovación y el desarrollo tecnológico.
En este contexto, Chile también ha comenzado a dar pasos concretos para fortalecer su ecosistema tecnológico, apostando por una mayor inversión en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) y fomentando el uso de nuevas tecnologías en distintos sectores productivos, usando estos aspectos como herramientas clave para lograr sostenibilidad, inclusión social y competitividad económica.
La creciente digitalización, el uso de IA para optimizar procesos y la necesidad de adoptar energías más limpias han obligado a las naciones a replantear sus prioridades y el caso chileno no es la excepción. Tanto desde el ámbito público como privado comienzan a surgir iniciativas que buscan posicionar al país como un actor relevante en la escena tecnológica mundial, con foco en la sostenibilidad y la transformación productiva.
¿Por qué es clave invertir en ciencia y tecnología en nuestro país?
Chile enfrenta desafíos estructurales que requieren respuestas innovadoras. La dependencia histórica de materias primas, especialmente el cobre y otros recursos naturales, ha dejado en evidencia la necesidad de diversificar la matriz productiva. En este contexto, la inversión en ciencia, tecnología e innovación se convierte en una herramienta fundamental para modernizar la economía, generar empleos de calidad y aumentar la competitividad del país.
Además, el potencial geográfico y climático de Chile lo posiciona como un laboratorio natural ideal para el desarrollo de tecnologías vinculadas a energías limpias, minería verde, agricultura inteligente y observación astronómica. Aprovechar esas ventajas implica apostar por la formación de capital humano avanzado, robustecer la infraestructura científica y establecer vínculos más sólidos entre el mundo académico, el sector privado y el Estado.
El fortalecimiento del ecosistema de innovación permite también enfrentar mejor las crisis económicas, ya que las empresas que incorporan tecnología de forma temprana tienden a adaptarse más rápido a los cambios del entorno. En este sentido, la inversión tecnológica no solo es una herramienta de progreso, sino también de resiliencia.
Investigación e innovación: los espacios donde Chile crece
En los últimos años, Chile ha comenzado a reforzar su apuesta por la ciencia y la tecnología a través de políticas públicas y programas de incentivo. Uno de los hitos más relevantes ha sido el fortalecimiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, que ha permitido dar mayor visibilidad a estos temas y articular esfuerzos en distintas regiones del país.
Por otra parte, diversas universidades chilenas se han posicionado como centros de excelencia en áreas estratégicas, como la inteligencia artificial, la biotecnología, la astronomía y las energías renovables. Estos avances han generado nuevas oportunidades para investigadores y emprendedores, que ahora pueden acceder a fondos concursables, incubadoras de negocios y redes internacionales de colaboración.
Destaca también el auge de los emprendimientos tecnológicos y centros de pilotaje, que están trabajando en soluciones concretas para los desafíos del país. Desde la optimización del uso del agua en zonas agrícolas hasta el desarrollo de sensores para monitorear el aire en las ciudades, la innovación nacional está aportando con proyectos que combinan impacto social, económico y ambiental.
La colaboración público-privada como motor del desarrollo tecnológico
Uno de los factores más determinantes para que la inversión en tecnología tenga efectos reales en la sociedad es la capacidad de generar alianzas entre el sector público, las universidades y las empresas, ya que la colaboración entre estos tres actores es clave para escalar las investigaciones, generar innovación aplicada y traducir el conocimiento científico en soluciones prácticas.
En Chile, existen ejemplos que muestran el potencial de esta articulación. Casos como el de la Plataforma de Innovación Abierta en Minería (Expande), que conecta startups y centros de investigación con grandes compañías mineras, evidencian cómo el trabajo conjunto puede generar mejoras concretas en productividad y sostenibilidad. Lo mismo ocurre con los consorcios tecnológicos que reúnen universidades, empresas e instituciones públicas en áreas como la agroindustria, la energía solar y la salud digital.
Este tipo de colaboración no sólo permite acelerar el desarrollo de nuevas tecnologías, sino que también contribuye a generar empleos especializados, retener talento y fomentar una cultura de innovación en todos los niveles de la sociedad.
Desafíos pendientes para consolidar el ecosistema tecnológico
Si bien el avance es evidente, aún existen barreras que dificultan una consolidación plena del ecosistema tecnológico en el país. Uno de los principales desafíos es la baja inversión pública y privada en investigación y desarrollo, que todavía representa un porcentaje muy inferior al promedio de los países de la OCDE, limitando la capacidad de generar conocimiento propio y de innovar a gran escala.
Otro obstáculo es la centralización del conocimiento y de los recursos, que se concentran principalmente en Santiago. A pesar de los esfuerzos por descentralizar la ciencia, muchas regiones aún carecen de infraestructura, redes de colaboración y apoyo financiero para desarrollar sus propios polos tecnológicos.
Finalmente, es necesario mejorar la conexión entre la formación académica y las necesidades del mercado, fomentando carreras técnicas y profesionales adaptadas a los nuevos perfiles que exige la transformación digital.
Chile y su apuesta tecnológica para un desarrollo sostenible
En medio de un contexto económico desafiante y de incertidumbre internacional, la inversión en tecnología se presenta como una estrategia sólida para construir un país más resiliente, competitivo y sustentable. La evidencia ya muestra que aquellas economías que apuestan por la innovación logran mayores tasas de crecimiento, mejores empleos y una mejor calidad de vida para sus ciudadanos.
En el caso chileno, los pasos que se están dando en esta dirección son una señal alentadora. Aumentar el financiamiento para ciencia y tecnología, fortalecer las redes de colaboración, descentralizar el conocimiento y cerrar las brechas de acceso deben ser parte de una visión de largo plazo que no solo responda a las urgencias actuales, sino que proyecte un país preparado para los desafíos del futuro.
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